Desde el segundo pico más alto que describe la curva de contagios de COVID-19 registrados en el país, que dejó 335 casos el 18 de enero pasado, a esta fecha se ha mantenido una disminución de personas contagiadas con el virus.
Esta desaceleración en la transmisión, a pesar del periodo de las vacaciones de la Semana Santa donde se relajaron las medidas de prevención, tiene mucho que ver con que la población, en efecto, está acatando los protocolos personales de bioseguridad para evitar enfermarse.
Otro factor que puede estar asociado a la estabilización de los casos es que el Gobierno no ha dejado de desarrollar todas las acciones de prevención como la toma de muestras para exámenes de Reacción en Cadena de la Polimerasa (PCR, por sus siglas en inglés) para diagnosticar a las personas que tienen el virus.
Además, se mantiene una intensa campaña de divulgación de las medidas que se pueden adoptar para evitar los contagios. De forma paralela, están en vigor las jornadas de vacunación ant-COVID-19 en todo el territorio.
Los salvadoreños han demostrado al mundo, durante esta pandemia, la capacidad de disciplina para asimilar todos los métodos de prevención de la enfermedad, muy a pesar de la crisis sanitaria que enfrentan los países vecinos y en el resto del mundo, que ya entraron en sus segundas y terceras olas de repunte de casos de COVID-19 y tienen al borde del colapso sus sistemas hospitalarios.
En El Salvador el virus está en permanente circulación en todo el país, pero la población es receptiva con los métodos de barrera, en las calles la mayoría de personas utiliza una mascarilla y esta pequeña acción evita que se esparza virus.
Para entrar a las unidades del servicio de transporte colectivo es obligatorio portar un cubrebocas, de igual forma para ingresar a los centros comerciales y almacenes, los protocolos están establecidos. Estas pequeñas acciones, pero muy importantes, están haciendo la diferencia y salvando vidas.