La capacidad instalada de camas hospitalarias en el sistema público de El Salvador es de más de 1,000 para Cuidados Intermedios y Unidades de Cuidados Intensivos (UCI); de estas solo están ocupadas cerca de 300, debido a la baja sostenida de enfermos de COVID-19 que presentan cuadros complicados.
La disponibilidad de camas se debe a que las estrategias de prevención implementadas por el Gobierno del Presidente Nayib Bukele han logrado desacelerar el ritmo de contagio del virus y, por ende, que los pacientes no saturen el sistema de salud.
Los parámetros internacionales indican que el 80 % de los contagios de la enfermedad son asintomáticos, esta relación se comprueba en el plano local, el 20 % requiere intervención, de los cuales, el 15 % recibe tratamiento para síntomas moderados o graves y un 5 % progresa a un área de cuidados intensivos, donde necesita ventilación mecánica.
El Gobierno está alerta y sigue de cerca la situación por la que atraviesan los países hermanos donde ya circulan otros tipos de variantes del virus que son de mayor facilidad de transmisión.
En el país, el ministro de Salud afirma que no existe evidencia científica que demuestre que está en circulación una cepa diferente de COVID-19, se continúa enfrentando el virus que se originó en la ciudad de Wuhan, en la República Popular China, cuyo brote original fue detectado a finales de 2019.
La red hospitalaria de salud fue fortalecida desde que se anunciara oficialmente la amenaza mundial de COVID-19, por lo que el Presidente Nayib Bukele giró las instrucciones a sus equipos para enfocarse en preparar las mejores condiciones para atender a los salvadoreños que lo necesitaran y combatir al virus.
Un año después, el Gobierno continúa en esa lucha sin bajar la guardia y a eso se debe que la condición de El Salvador sea muy distinta a la que ocurre en muchos países que se han visto abrumados ante el desbordamiento de contagios por rebrotes de la enfermedad.